viernes, 4 de marzo de 2011

Bogotá

De Bogotá no me gusta hablar, sé que suena tonto, pero Bogotá es mía, sola y únicamente mía.
No me gusta compartirla, vale que cuento algunas de mis anécdotas de buses, porque pues son francamente inverosímiles, pero de la ciudad, de su cielo gris y azul cuando le daba la gana, de la brisa que podía ser desde juguetona hasta totalmente molesta, de la lluvia que iba desde pendeja hasta torrencial, de mis caminatas largas y cortas por sus calles enredadas y sencillas, de eso no hablo, porque esos recuerdos son míos.
Las lluvias torrenciales con brisa que volteaban paraguas, esas que podían durar 15 minutos o una hora, esas que cuando era un buen día y había paraguas a la mano podían ser geniales, esas que me dañaban el paraguas justo antes de montarme al bus o justo después de bajarme, esas lluvias torrenciales que nunca me dieron gripa a pesar de que era feliz mojándome, esas lluvias no las compartí nunca.
También estaba ese cielo que era solo mio, cada tarde al salir de la universidad, me fijaba en los colores, porque sin importar lo que dijera mi horario, lo más temprano que salía era minutos antes de la puesta del sol y amaba ese cielo, siempre me sacaba una sonrisa y ese cielo no lo compartí nunca.
Y claro estaban los buses, estaban las anécdotas que nunca conté de los buses, todo lo que encontré en ellos, uno de los chocolates más ricos que he probado en mi vida, el señor que vendía manillas y era costeño, la señora que se montó a pedir trabajo y consiguió números de teléfono y promesas de donaciones, la vez que en un bus totalmente vacío se monto un señor y se sentó en el puesto al lado mio y cómo rece para que por favor no me pasara nada y nada paso, las dos mil veces que me quede dormida y me pase o las veces que me levantaba corriendo a timbrar para descubrir que faltaban todavía dos cuadras, la vez que cogí un bus en la dirección opuesta y la que camine porque me equivoque de bus y no tenía plata, todas esas anécdotas, todas esas historias son solo mías.
Las caminatas, los paros, los buses que cambiaban de ruta a medio camino, la primera vez que cogí un bus a las 8 de la noche, la universidad, con todo lo que eso incluye, la candelaria, las tiendas de barrio, los almuerzos de los domingos, los restaurantes de siempre, los helados a pesar del frío, las apuestas idiotas, los paros de la nacional y la ESMAD que llegaba...
Mi relación con Bogotá es como esa relación que uno tiene con un ex-novio, no quiere hablar de él porque se entristece uno, fueron 5 años maravillosos y uno no quiere compartir nunca jamas los momentos especiales y aunque diga que la odie, que prefiero mil veces Cartagena, que Bogotá jamás va a ser ni la mitad de linda que Cartagena, la verdad es que amo a Bogotá, la amo como nunca pensé que lo haría, la amo como si fuera mía, porque lo fue.
De manera que esta es mi manera de homenajear mi hogar por 5 años.

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