lunes, 5 de septiembre de 2011

De regaños inútiles

Podría contarte una historia fantástica, aunque supongo que el adjetivo correcto es fantasiosa. No es fantástica.
La historia iniciaría con una niña siendo regañada, una niña en mitad de una biblioteca, una biblioteca gigante, delante de un padre severo, que está tras un escritorio apabullante, mientras ella está sentada en un sofá intimidante. Una niña demasiado pequeña para pertenecer a ese lugar. A primera vista no se nota, un poco de barro en los zapatos, el lazo un poco ladeado, una pequeña rasgadura en el vestido, son solo detalles, pero no pertenece a ese lugar.
Estaba jugando afuera. ¿Qué tiene de malo jugar afuera? Todos sus amigos lo hacen. Pero es que no son sus amigos. No importa que los quiera, que los extrañe cuando no los ve, que le guste jugar con ellos. Ella no pertenece afuera. Ya ha tenido esta conversación muchas veces. Demasiadas.
Sí, padre. No, padre. Sí, padre. Muy bien, padre. Ya sabe las respuestas de memoria, no necesita oír para saber que ahora mismo su padre está hablando sobre preservación y no dedicarse a malgastar su tiempo. Ha oído muchas veces sus "sugerencias" sobre como pasar el tiempo. Sabe el castigo usual también. Sí, padre. Hoy no se extenderá tanto, sabe que debe irse temprano y una vez él este fuera ella podrá volver a salir.
Tal vez la niña entienda eventualmente que no debe salir y aprenda como gastar su tiempo de una manera productiva. Tal vez aprenda a considerar las consecuencias de sus actos. Tal vez mañana ella cambie de parecer. Tal vez mañana el corazón deje de gritarle que salga. Tal vez mañana se dedique a leer adentro. Tal vez mañana pueda complacer a su padre. Tal vez mañana no se escape. Tal vez mañana pretenda durante todo el día que no le interesa en lo absoluto salir. O tal vez mañana tenga permiso. Tal vez mañana...

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