Estoy cansada de pelear.
Estoy cansada del sentimiento de que no soy suficiente.
Estoy cansada de sentir que sin importar lo que hago me equivoco.
¿Acaso importa?
¿Importa que corra o no me mueva? ¿Hace alguna diferencia que pelee y luche? ¿O que me rinda y no haga?
Porque siento que da igual.
Siento que sin importar lo que haga el sentimiento de culpa siempre va a estar ahí. Esperando una mínima equivocación para aplastarme. Siento este peso en el pecho que dice no puedes correr ni esconderte, voy a estar aquí, siempre, quitándote las ganas, hasta que te canses, hasta que decidas que no vale la pena luchar, hasta que te rindas, de una vez por todas, hasta que te resignes, hasta que se te acaben las lagrimas, hasta que no te quede nada, hasta que dejes de creer, hasta que te duela.
Y no es justo.
Y lo sé.
No es justo pero ahí está él.
Persiguiéndome como si no le hubiera entregado todo lo que tenía a cada uno de los tantos errores que cometí. Como si necesitara que el me los recordara.
Y sin embargo ahí está.
Quitándome todo lo que me queda.
Lo poco que aún me queda.
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