sábado, 30 de octubre de 2010

Sobre el arte de guardar

Creo firmemente que si nos mudáramos más a menudo guardaríamos menos pendejadas, le daríamos mayor valor a ciertas cosas, guardaríamos los buenos recuerdos y botaríamos los malos, si nos tocara vaciar todos los cajones, nos tocaría determinar constantemente que vale la pena guardar, tendríamos menos cosas pero valdrían más.
Si lo hiciéramos a menudo, nos tocaría determinar si vale la pena aferrarse a ciertas cosas, simplemente porque antes eran importantes, si vale la pena guardar y guardar cosas para luego tener solo recuerdos de un pasado que sin importar que tan feliz o triste haya sido no va a volver. Ahora nos toca ordenar todo sólo para saber exactamente que tenemos, nos toca hacer una limpieza a fondo que tarda años en suceder para recordar exactamente que al fondo del closet está ese juguete de cuando teníamos 10 años, ropa de hace 5 que no vamos a volver a usar nunca y un montón de recuerdos porque aún nos creemos la pendejada de que recordar es vivir.
Y se pasa el tiempo y acumulamos cosas inútiles, importantes, vitales, únicas, pero cosas al fin y al cabo, cosas que ocupan espacio por muy pequeñas que sean, tantas cosas que en ese mar olvidamos cuales son las importantes, las realmente importantes (tengo ganas de decir, las que no podemos vivir sin, pero si algo sé, es que todo es prescindible, hasta la gente).
Sé que suena como una apología del consumismo, pero no estoy diciendo que reemplacemos la ropa, los celulares, el computador o las sabanas cada vez que pasen de moda, estoy diciendo que a veces es necesario botar toda la basura que hemos acumulado en los últimos años sólo para saber exactamente qué tenemos.
Últimamente me ha entrado lo que podría calificarse como una moda pasajera y es que me cansé de ver pendejadas, las pilas que no sirven desde hace 4 años, el arete que no tiene par hace 3 meses, la pulsera que no usa nadie desde que la regalaron, aretes rotos, cuadernos viejos, la muñeca de porcelana que sólo fue tocada el día en que fue abierta, un botón de una camisa que tiene ahora mismo otro botón, un poco más grande o de un tono diferente, que nadie va a arreglar, segmentos de hilos varios para cuando sean necesarios, calculadoras que no sirven y papeles, cantidades absurdas y ridículas de papel, escrito, dibujado, rayado, blanco, de colores. Sí, es lindo verlos y recordar, sonreír mientras nos dura el recuerdo, pero luego los vamos a dejar a un lado para volver a verlos en 5 años, pues no, me rehúso a guardar pendejadas varias que ya no significan nada.

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