De manera que yo intentaba no llorar y lo logre, deje de llorar por pendejadas para poder llorar cuando mis papas se murieran. No llore cuando me cambiaron de colegio, no llore cuando odiaba a todas las niñas de mi salón, no llore por ser diferente, no llore cada vez que la embarraba, no lloré.
Porque admiraba a mi abuelita, admiraba a esta mujer que enterró a un marido y a una hija, esta mujer que cuido a sus hermanos como una madre, aun la admiro, admiro su fortaleza, admiro su carácter, su temple, su valor, la admiro a ella.
Si pudiera elegir una personalidad de mi familia, elegiría la suya, porque es todo lo que yo nunca seré, yo lloro cuando estoy triste, lloro cuando me estreso, lloro bajo presión, lloro cuando me descomprimo, lloro porque si, porque no y por si acaso, lloro por todo, por pendejadas y por no tan pendejadas pero ahora ya no tengo miedo de llorar porque sé que no me voy a quedar sin lagrimas que cuando mis papas se mueran (ese era el ejemplo que usaba mi abuelita de situación realmente triste) voy a llorar, mucho, voy a tener lagrimas para derramar.
Llorar no es un pecado. Es simplemente la forma como yo lidio con ciertas cosas.
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